La paradoja de la vida es que cuando vamos caminando por la ciudad, casi siempre vamos mirando hacia abajo. Eso nos lleva a mirar, aunque sólo sea alguna vez, a la ciudad que tenemos bajo nuestros pies. Un mundo subteráneo que sólo podemos visitar, en parte, en las estaciones del metro o en sus túneles cuando viajamos de estación en estación.
Allí tambien hay luces y sombras, reflejos de la vida que se mueve.
Luces que crean imágenes únicas, irrepetibles.
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