Todas las ciudades, por la noche tienen una magia especial. Las luces y las sombras se alían para dar un aire misterioso. Y si nos adentramos en la Sevilla medieval, la magia se multiplica.
La noche retira todos los puestos de venta de artículos para turistas, todas esas postales, adornos, trajes de flamenca, hasta el torito bravo, dejan paso al misterio, a la soledad.
Sólo algún turista despistado que vuelve a su hotel y algún lugareño rompen el silencio y la magia.
Y allí estaba yo, intentando captar esa magia.
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